Uno de los problemas que tengo con la lectura es que olvido lo que leo. Sé la sensación que me ha dejado un libro, si me ha gustado o no y de qué trataba, pero mi mente deja en el limbo buena parte del contenido. Por lo tanto, he decidido dejar por escrito las reseñas de los libros que me vaya leyendo para no tirar a la basura las horas que paso entre sus páginas.
Voy a empezar con
Nothing to envy, de Barbara demick; pese que hace ya algún tiempo que lo acabé y se vaya difuminando en mi memoria...
Desde que vi un
documental sobre Corea del Norte comencé a interesarme por este hermético y trasnochado país.
Parece un libro de ficción pero, lamentablemente, no lo es. Nothing to envy es un libro sobre un país inmutable en el tiempo. Kinm Jong Il, máximo dirigente de Corea del norte, ya que el título de presidente lo ostenta su difunto padre, mantiene a su pueblo bajo una hambruna y pobreza extrema. Cerca de la mitad de los niños menores de 7 años sufren de malnutrición, mientras su gobierno destina el 25% del PIB al ejército (el mayor porcentaje del mundo).
By 1998, an estimated 600,000 to 2 million North Koreans has died as a result of the famine, as much as 10 percent of the population. In Chongjin, where food supplies were cut off earlier than the rest of North Korea, the toll might have been as high as 20 percent. Exact figures would be nearly impossible to tally since North Korean hospitals could not report starvation as a cause of death.
Si hablamos de Corea del Norte no podemos evitar hablar de derechos humanos, o más bien de la carencia de ellos. Un país donde ejercer la libertad de expresión puede llevarte a un campo de trabajo e, incluso, costarte la vida. Para evitar desertores, desde pequeños, los niños son debidamente
educados inculcándoles el amor al
Querido líder y el odio a los sucios capitalistas americanos.
It was especially taboo to talk about the Korean War and who started it. In the official histories (and there was nothing but official history in North Korea), it was the South Korean Army that invaded, acting on orders from the Americans, not the North Korean Army storming across the 38th parallel.
Es un libro duro de leer. Página tras página te preguntas cómo puede existir un país tan aislado del mundo. Las noticias son manipuladas por el partido, las televisiones y radios no pueden recibir señales extranjeras, internet está filtrado (para los pocos privilegiados del partido que pueden acceder a él) y, en general, cualquier contacto o salida al exterior está prohibida. Un norcoreano, pues, se habitúa a vivir entre cadáveres esqueléticos, a comer sopa de hierbas y raíces, a soportar el frío invierno coreano sin la ropa apropiada, a la carencia de ayuda médica y, en definitiva, a subsistir sin la mayoría de los avances actuales que, en la vecina Corea del sur, están a la orden del día. La negrita es mía:
Dr. Kim, one of the defectors who crossed the border with china, headed to farmhouses. Inside, on the ground, she saw a small metal bowl with food. She looked closer—it was rice, white rice, mixed with scraps of meat. Dr. Kim couldn’t remember the last time she’d seen a bowl of pure white rice. What was a bowl of rice doing there, just sitting out on the ground? She figured it out just before she heard the dog’s bark.
Up until that moment, a part of her had hoped that China would be just as poor as North Korea. She still wanted to believe that her country was the best place in the world. But now she couldn’t deny what was staring her plainly in the face: dogs in China ate better than doctors in North Korea.
Nothing to envy te sorprenderá, te horrorizará y te cabreará, pero no por ello deja de ser un libro imprescindible para conocer uno de los países más incomunicados del mundo. Llega a impactar las extremas similitudes con el gran libro de Orwell
1984.